Amores que se guardan
fuera de los castillos,
que no tienen historia
sino la del segundero.
Que habitan parques
y despueblan amaneceres,
se citan en hora pico
y olvidan las estrellas.
Pasiones sin hoguera,
sin alfombra ni alcoba,
guarecidos entre tu cuerpo y mi abrigo.
Prefiriendo las calles frías
por sobre los elaborados besos
y se burlan de Píramo y Tisbe,
se burlan de su muerte
y su muro.
Huyen de los cines
de los disfraces
rosas
de los ramos rojos.
Se mudan a la biblioteca,
pasean en filas del súper,
cenan en los puestos
y cantan en los puentes.
Y aún así te celo
del tiempo
que pasas
en la otra acera.
Y tú me esperas
al cambio
de luz
para cruzar la calle.
Verte sonreírte
contigo misma
en la falsa intimidad
de tu andar
es la poesía
que eternamente
se escapará
al verso.