"La vida, como el café: cargada y a sorbos sabrosos"

jueves, 17 de febrero de 2011

El Superhéroe

Justo hoy que encendía mi computadora pensaba en que quería publicar alguna entrada gráfica: alguna foto interesante, una liga al sitio web de algún artista, alguna imagen añejada en las carpetas de mi disco duro. Afortunadamente mi Reader de Google parece ser adivino y me mostró un artículo sobre el uso que se dio al último rollo de Kodachrome producido, y dentro de dicho álbum encontré una imagen que llamó mi atención. A ésta en específico me enfocaré, y más abajo les doy la liga al artículo completo y galería, para los que gusten conocer la historia.

Curiosamente – y no lo digo por el gusto que tengo por el autor, sino porque en teoría no tiene mucho que ver – me trae a la mente ese fragmento del 20 de Neruda: “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”. Y es que la nostalgia producida en mí por el contraste que evidencia la foto es impresionante, y en esos dos planos se me producen tantas ideas.
                Un hombres estático, de mirada fija, en aparente reposo, con destellos heroicos, ¿De cuál estoy hablando? Hay dos opciones:
a)  El que podría ser la nueva versión de DC Comics de Supermán que, tras una mañana de lucha contra el crimen, decide convivir con los terrícolas ‘de a pie’, y satisfecho observa la calma de la que dotó a los ciudadanos de San Francisco. Su cómodo traje, diseñado para garantizar mayor movilidad, ahora reposa por un momento sobre ese cuerpo entrenado a recibir feroces embates; los heroicos azul, rojo y amarillo permanecen a la espera de una nueva batalla.
 b) Una estatua. Sí señor, una estatua inmóvil que mantiene la imagen de un hombre en movimiento. Su cuerpo –no el de bronce, sino el representado- aunque esmirriado, es firme. Sus ojos no se ven, pero nos recuerdan una mirada profunda, tranquila y en constante contacto con su realidad. Sus ropas no eran muchas, pero no necesitó más. Hoy no lo hacen, pero en aquellos días era igual: sus músculos permanecieron en reposo contra el enemigo; aún así, venció. Su estirpe no es extra, sólo terrestre.

Ambos de ellos permanecen después de esta foto y estas letras. La diferencia es la manera en que lo hacen.

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

sábado, 12 de febrero de 2011

Enamórate de alguien que crea en el amor, no en sus trucos, estrategias o métodos. En el amor y en ti.

Sinfonía en cadena.

A veces no son abrazos lo que se necesita. Basta con que comience lo que entiendo que es un  compás para que una presa mueva sus compuertas y libere el contenido que se vierte caudal abajo. Con la fuerza retenida que se descubre de pronto sin candados comienza, al mismo tiempo y casi independiente, otra melodía interpretada a compases libres por millones incontables de gotas, chorros y torrentes que siguen la sinfonía no escrita que es dirigida con la batuta de la gravedad.

Pero nunca nadie asistió a incitar la sinfonía. Sólo una melodía anterior fue el comburente ideal para lograrlo. Ambas canciones interpretadas en la soledad. ¿Por la madrugada? ¿Bajo la expectación del atardecer? No hay pruebas de su ejecución. Y aún así el agua cayó y silenció todo en derredor; con estruendosa prisa se precipitó al vacío y se escuchó a sí misma golpeando el fondo con la tétrica tranquilidad de un cadáver que, hace sólo cuatro segundos aún palpitaba, que aún un parpadeo antes de ser fulminado podía permanecer en pie. Cae y choca contra su misma presencia allá en la temporal tranquilidad que hay abajo. Choca y es empujada hacia arriba de nuevo mientras siente que se interpretan en crescendo, cada vez más fuerte, cada sonido más fuerte y destronando en el murmullo ensordecedor.

Su misma presencia dibuja en el aire sobre pentagramas torcidos en claves incomprendidas, y el aplauso espontáneo parece surgir en rugidos desde la propia furia del allegro que comenzó hace ocho novenas partes de compás.

El coro de vientos suspendidos en inmovilidad revuelta acompaña la euforia.

La espumosa compañía de bailarinas se lanza al frente y a los lados de la orquesta. Danza, danza, en saltos, en puntas, con giros, la contorsión antinatural de sus cuerpos perfectamente descoordinados pero que, por inconsciencia natural es capaz de acompañar los ritmos que nadie escuchó. Con seguridad, con garbo, los danzantes avanzan hacia el público ausente, por entre las butacas vacías, mientras son seguidos por el resto de la compañía que no cesa de ser creada tras ellos.

Más adelante su danza es lenta y la música casi se convirtió en adagio. La ruta de este espectáculo es ahora, sin duda, una partitura que partió del silencio, sólo para volver a él en un éxtasis interpretado, escuchado, sentido y llorado en la esencia misma.


Así es cómo una canción puede desencadenar una sinfonía. También sentimientos.
Nace la sonrisa interior del alma.

Cadáver Exquisito 11.02.2011

Ya no te quiero ver
música, música, en la tienda.
Y sigo esperando este frío.
El color miel de sus ojos y su inteligencia son
los que me tienen enamo-
rada.
no te emociones, no te conviene
pollo, pollito, huevo.
Hace mucho está sobre la mesa
y la música nos llevó a un lugar mucho mejor.


Autores: Verónica Vargas, Malenny Romero, Ingrhid Cruz, Luis Villavicencio.


Aquí les dejo esta segunda entrada dadaísta producto del café y la buena compañia.

sábado, 5 de febrero de 2011

Cuando camino, lo hago con la mano extendida; por si alguien se atreve a tomarla y acompañarme.

viernes, 4 de febrero de 2011

Cuando la tinta corre por las venas se necesita abrir una herida para acomodarla sobre papel. Hiciste tu parte.
¿Que por qué escribo? Para intentar enamorar a alguien que sepa leer y disfrutar de alguien que no sabe escribir. Eso es amor.
Tres formas de perpetuarse para el hombre: la sangre, la tinta y el amor. Las tres corren por las venas y deberían derramarse por voluntad.