"La vida, como el café: cargada y a sorbos sabrosos"

miércoles, 3 de agosto de 2011

Espalda

Ella miraba inmutable hacia la nada,
hundida su respiración en ocaso transparente.
Él observaba silencioso su espalda,
ahogado en el vacío de su mirada ya ausente.
Ella hablaba con ella.
Él ya no sabía de él.

Y mientras el rostro,
                                el de ella,
era misterio.
El corazón,
                               el de él,
buscaba su sonrisa como a flor en cementerio.

Por primera vez fue consciente de su espalda:
los reclamos que en esa quietud lanzaba,
de los recuerdos que sin haber visto guardaba,
mirada, a fuerza de silencios, clavada.

La espalda de la mujer es,
sin duda,
nudo en la garganta y
nubes en los ojos del hombre que pide su ayuda.

Cerró sus duros puños,
tenso su cuerpo,
y desgarró su garganta en silencio.

-¡Ya no quiero ver tu espalda!
Dijo, desde el comienzo arrepentido, con desprecio.

Lo escuchó y volteo a verlo.
Lo complació.
Caminó.

Más allá de su espalda.
Lo complació.

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