Los dedos que abren
ventanas momentáneas por tu cabello,
la mejilla que reposa
sobre los nudillos y frunce
un poco, pero sin culpa
la sonrisa.
El pensamiento que se transforma
sin decidirse entre ser
bostezo o suspiro,
o esa aparente eternidad
ubicada entre tiempo y espacio
donde hundes la mirada:
pequeños lujos que pretendo
hurtar de este mundo.
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