"La vida, como el café: cargada y a sorbos sabrosos"

martes, 11 de enero de 2011

El peso de las palabras

Justo detrás de la lengua, debajo de la campanilla, tengo un baúl [casi parece un armario por su tamaño] lleno de letras. Es allí a donde recurro para encontrar las palabras o descolgar frases de las perchas y anaqueles, para luego ir forrando las ideas que se escaparon de la cabeza y que, por su rebeldía contra mí mismo, soy incapaz de devolver a su natural lugar.

Comienza con un pequeño mareo que desorienta mi atención y pone atenta mi tensión. Una sombra, pesada como humo de habano,  baja por el interior de mi nuca y se coloca al fondo de mi boca sin dejar de dar vueltas y provocando algo similar a la nausea. Pero no puedo hacer nada por sacarlo de allí, es escurridizo, casi inmaterial. Por eso tengo que intentar meter la mayor cantidad posible de ese cúmulo entre líneas de tinta. Tengo que cubrirlo con palabras.

Cuando termino formando palabras pequeñas, no hay problema: yo, pluma, burbuja, homeopatía, circuncisión; las palabras encuentran su propio camino hacia fuera. Con las palabras grandes, la cosa cambia: se desliza escurridiza, amor crece hasta atorarse en mi garganta, indiferencia se hunde hasta el estomago, patria arde hasta el corazón, y a nosotros ni siquiera la encuentro. Se me llena la boca, se inflaman mis cuerdas vocales y se entrecorta el aire en su ir y venir; mi desorientación crece, doy un trago de agua o licor sin resultados y la sangre se agolpa en mi cerebro, o en mis ojos, no sé. Empujo con fuerza la patria no amada, la indiferencia de tú por nosotros, nosotros construyendo patria, construyendo amor, la diferencia de nos con otros, los apátridas en el corazón que se atoran entre cuerdas, los amorosos cortando el corazón que tú deslizas. Y todo sigue así mientras me atraganto.

Al final, con resignación tengo que buscar otro cajón vacío en mi baúl-armario y amenazar de muerte a las palabras para que entren -no las quiero matar, nunca lo haría. Aunque ellas pueden matarme a mí, no podría siquiera herirlas a propósito-. Las guardo temporalmente [espero] hasta que con un yo pueda abrazar a , y hasta que la fuerza de pluma logre descubrir a patria para sacarlas de mi boca.

Cierro el baúl con llave y saco un duplicado en la cerrajería junto a mi oficina. Guardo la original en mi bolsillo, y por la noche pongo la otra en el vaso con agua sobre tu buró; tal vez cuando despiertes la bebas por error. Tal vez se quede en tu boca. Tal vez la escupas por error al decir mi nombre. Tal vez vaya a dar a la cerradura del baúl. Tal vez.

L.V.

2 comentarios:

  1. Tienes el don de las letras Luis, no dejes a un lado ese don. Un abrazo carnal.

    Agustín

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  2. Sentí que se andaban asomando Cortazar y Benedetti entre la patria y 'nosotros'

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